lunes, 29 de julio de 2013

Libertad de información y educación



Por J. Montero Tirado

Es sorprendente que en nombre de la democracia se quiera limitar la libertad de información. O no estamos entendiendo qué es la democracia o no entendemos el valor “libertad”.

Es más sorprendente aún que esto se quiera hacer precisamente en la actual “sociedad de la información y el conocimiento”, en una sociedad que recibe con entusiasmo la expansión de libertad para informar y comunicarnos con el impresionante dinamismo de las redes sociales en internet.

Para los educadores, padres, madres y profesionales, limitar el derecho a la información, tanto para darla como para recibirla, es una propuesta escandalosa y contracorriente de uno de los objetivos fundamentales de toda educación: educar en libertad para ejercerla desde la autonomía personal responsable, en el contexto de una ética personal, social y política.

Se ha sufrido mucho en la historia de la humanidad para conquistar el derecho a la libertad de opinión, expresión e información. Olvidar tanta lucha, sufrimiento y hasta derramamiento de sangre, para volver atrás, es decepcionante y deshumanizador.

Tengo ante mí una recopilación de veintisiete documentos de organismos mundiales y diversos países, que afirman la irrestricta vigencia del derecho a la libertad de información (N. Blázquez, 2002, 415ss). Entre ellos basta citar algunos como muestra, para confirmar el hecho de la evolución y el progreso humanos en la comprensión y ejercicio de la libertad de información.

El Protocolo de Naciones Unidas de 1952, en el preámbulo, dice: “La libertad de información y de prensa es un derecho fundamental del hombre y la piedra de toque de todas las libertades reconocidas en la “Carta de las Naciones Unidas” y proclamada en la “Declaración universal de los Derechos Humanos”.

La Declaración Universal, art. 19, dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión: este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundir, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Tratando sobre los derechos y responsabilidades de los periodistas, en Italia, por ejemplo, dicen: “La libertad de información, es decir, la libertad de obtener las noticias, publicarlas y someterlas al examen de la crítica, conforme a la verdad de los hechos, es un derecho inalienable del periodismo”.

Está muy claro que cuando hablamos de libertad informativa nos referimos principalmente a la independencia que todo informador ha de mantener frente a las presiones de poderes fácticos de carácter financiero, político e ideológico. Y desde luego frente a poderes institucionales estatales o paraestatales que impiden o limitan la libertad de información con leyes coercitivas, creadas desde el abuso de poder.

Como todas las libertades públicas, la libertad de información tiene límites. Una libertad pública termina donde empieza otra y su campo de referencia general es el respeto a los derechos humanos de todos los ciudadanos.

La libertad de información se conjuga con la responsabilidad. Así como no existe responsabilidad si no hay libertad (no me pueden culpar de algo que hice forzado, violentado, es decir, sin libertad), así tampoco hay ejercicio de la libertad que no lleve consigo la responsabilidad de lo que he hecho libremente. Si lo hice con libertad, soy responsable de lo que hice.

“Persona responsable es aquella que cumple sus obligaciones libremente asumidas”. Y como ciudadano, el periodista y los dueños de los medios de comunicación social tienen la obligación de colaborar con el bien común. El derecho a la libertad de información no puede ser ingenuamente generalizado, es como el derecho al tráfico en calles y rutas, un derecho a la libertad de movimiento, pero respetando siempre el mismo derecho de los demás y el orden convenido (las reglas de tráfico) para hacer posibles los derechos de todos.


He comentado en otra oportunidad que, según los sociólogos de la educación, los educandos reciben el 10% de su educación de la escuela, el 30% de la familia y el 60% de la sociedad. Para la educación son nefastas las dictaduras y proporcionalmente también los manejos despóticos de los poderes del Estado, que quieren limitar el derecho de información, opinión y expresión de los ciudadanos. La información del Estado no es de los gobernantes, porque el Estado somos todos.

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